Ver artículo completo  GASTROESFERA / Dónde Comer, Beber y Divertirse por SILVIA OLLER

En pleno Parque Natural del Cabo de Creus, en la recóndita cala Pelosa de Roses, hay uno de los chiringuitos con más encanto de la Costa Brava. Un lugar donde los arroces, la fideuá y el pescado de la bahía son los protagonistas de una cocina basada en el producto de proximidad. Pero más allá de la gastronomía, no exageramos ni una pizca si decimos que las espectaculares vistas se acaban convirtiendo en un plato más de la carta de un local que no necesita demasiada publicidad porque se vende solo.

A nueve kilómetros de Roses y siguiendo la carretera que lleva hasta el antiguo restaurante El Bulli de Cala Montjoi (donde actualmente se levanta el nuevo proyecto gastronómico de Ferran Adrià, el BulliFoundation) encontramos otras pequeñas calas alejadas de la masificación turística y con unas vistas espectaculares del privilegiado entorno en que se encuentran. Uno de estos lugares es cala Pelosa, situada al abrigo del cabo Norfeu, a veinte minutos en coche del centro de Roses. Llegar por carretera tiene premio ya que los 2 últimos kilómetros transcurren por un pista sin asfaltar. Pero también se puede llegar por mar. De hecho, la mitad de la clientela del chiringuito La Pelosa lo hace a bordo de sus embarcaciones que pueden fondear en la cala.

Junto sobre el camino de ronda que lleva hacia el cabo de Creus y con vistas directas sobre las aguas cristalinas de esta cala virgen está el Restaurante Chiringuito La Pelosa, un establecimiento familiar basado en la cocina mediterránea de proximidad y especializado en arroces: paella mixta, paella de pescado y marisco, arroz caldoso de pescado y marisco, arroz caldoso con bogavante azul y una fideuá excelente salen de los fogones de una cocina que en temporada alta no para de trabajar. Los arroces y gran parte de las elaboraciones llevan el sello de Isabel Alvaz, la madre de Erika Gómez, que en 2005 tomó las riendas de este local donde trabaja toda la familia: el padre, Juan Gómez, se ocupa de la dirección general del negocio y a Johannes, el hermano de Erika, se le puede encontrar siempre tras la barra.

Dice Erika que el secreto de los arroces es que se hacen al momento. Y eso, claro, se nota. «La madre los prueba todos antes de servirlos, nuestra manera de hacer es muy casera, todo se hace al instante», destaca Erika, que siempre se ha querido mantenerse fiel al concepto chiringuito de playa. «Nuestro objetivo es ser uno de los chiringuitos de referencia», explica la joven empresaria, que se hizo cargo del negocio a los 24 años, al terminar la carrera de Administración y Dirección de Empresas.

Pero su vínculo con el mundo de la hostelería no era nuevo. Los padres habían llevado durante tiempo el hotel y el chiringuito de Cala Jòncols, y tanto ella como su hermano habían vivido desde pequeños el mundo de la hostelería y de cómo hay que tratar al cliente para que vuelva. No es extraño, pues, que Erika diga que se pasa el día haciendo besos a la clientela, la mayoría catalanes y franceses con segunda residencia en la zona y que repiten de un año para otro. Entre los clientes ilustres, el chef Ferran Adrià, al que vimos sentado en una de las mesas el día que visitamos La Pelosa. Qué mejor baremo que la presencia de quien fue el mejor cocinero del mundo para garantizar la excelencia del local.

Si bien los arroces son el plato estrella, también lo es el pescado, procedente de la bahía de Roses. De bandera son las gambas a la plancha que sirven. Pero las opciones de pescado en este restaurante a pie de playa son muy variadas: mejillones de roca al vapor, almejas de carril salteadas con ajo y perejil y vino blanco, anémonas de mar (una explosión de mar en la boca) o un plato de pescado frito son excelentes propuestas para compartir esperando el arroz, que tarda aproximadamente media hora en hacerse, o cualquier otro plato principal.

Entre los entrantes sobresalen también las anchoas de Roses, que limpian y salan ellos mismos, y los boquerones en vinagre hechos en casa, o unas deliciosas croquetas de chipirones en su tinta. El tartar de atún con aguacate, tomate, jengibre, sésamo y mayonesa de wasabi o el carpaccio de salmón marinado son opciones muy refrescantes en días de verano en que el calor aprieta de lo lindo.

De entre los platos principales, más allá de arroces y la fideuá, el cliente también puede encontrar en la carta pescado a la plancha (dorada, lubina, atún, rodaballo, sepia o sardinas…). Quien quiera también tiene la opción de comer carne, como costillas de cordero, entrecot de ternera de Girona o pinchos con patatas.

Entre los postres, destacan pasteles caseros como el brownie de chocolate y nueces, el tiramisú o la panacotta con puré de mango. También hay propuestas más refrescantes como el sorbete de limón al cava o el helado de turrón con ratafía Rosset.

En La Pelosa tampoco faltan clásicos como el gazpacho, los calamares a la romana o a la andaluza y el jamón de Jabugo que los Gómez-Alvaz traen directamente de su tierra, Andalucía.

De los fogones al barco

Si sentarse en el chiringuito La Pelosa ya es una experiencia que vale muchísimo la pena, degustar un arroz recién hecho a bordo de una embarcación mientras está fondeada en la pequeña cala ya es el colmo. El establecimiento cuenta con el servicio de dos taxi boats y dos barqueros que pueden llevar a la embarcación los platos que previamente se han encargado, básicamente elaboraciones que no se dañan con el transporte como arroces secos, fideuá, entrantes fríos, calamares a la romana o anchoas, entre otros. Aunque principalmente este servicio de taxi boats es utilizado de forma gratuita por los clientes que llegan a bordo de la embarcación que fondean en la cala mientras comen en el chiringuito. Los dos barqueros los recogen en el barco, los desembarcan en la playa y les devuelven a bordo tras la comida.

Muchos de los clientes de La Pelosa tienen segunda residencia en otras calas de los alrededores como en la Almadrava o Canyelles o viven en marinas como la de Empuriabrava o la de Santa Margarita de Roses, un hecho que les permite aparcar el barco en la puerta de casa.

La Pelosa, que admite perros, abre en Semana Santa y cierra en octubre, coincidiendo con el puente del Pilar. El servicio de cocina es de 12h a 18h, excepto los meses de julio y agosto que también hacen cenas de 20h a 22h. El comedor tiene una capacidad máxima de entre 150 y 200 personas y en temporada alta trabajan una veintena de personas durante los dos turnos de comida y la cena. Este año en La Pelosa han abierto un nuevo espacio de chill out, que funciona de 12h a 20h de junio a septiembre, donde el cliente puede tomarse un gin tonic o un mojito con unas vistas sensacionales. El precio medio del cubierto ronda los 35 euros.

Fotos: Martí Artalejo.